Guanche tiene largas conversaciones en forma de libro con Raúl Roa. Es gracioso, porque poca gente lee a Roa hoy en día, entonces hay como un círculo vicioso: no lo leen, no hace falta publicarlo, no lo publican, nadie lo lee, etc. Leer a Guanche entonces tiene dos efectos básicos posibles: vas a leer a Roa o te fascinas con Guanche y lo inusitado de sus inquietudes.
A mí me va a pasar algo similar. Tengo que elegir con quién o qué dialogo para mi tesis, pero el referente más importante no es admisible dentro del espacio de debate formal. La tesis de Toledano, es, definitivamente, el argumento contra el que mi propia tesis se alza. Donde él argumenta el fracaso en la creación del Hombre Nuevo, yo argumento la expresión de familias queer como ejercicio de resistencia frente a esa idea. Coincidimos en que la imposición del Hombre Nuevo –que debió tener una vida sexual muy aburrida- fracasa, divergimos en cómo se expresa ese fracaso en la literatura de ciencia ficción cubana.
Ese es mi combate.
Pero esa postura de Toledano no puede entrar al ring, de acuerdo a las sacrosantas reglas de la academia norteamericana. Porque no es un libro. 😛
Aclaro. No puedo usar la tesis de doctorado de Toledano (2002), pero si sus artículos en revistas indexadas. Eso significa que debo rastrear su producción y construir un corpus – Frankenstein, que contenga las visiones con las cuales discuto. Esto implica un reto de implementación y un problema de contenido.
El reto de implementación es mínimo. Tengo el poder de la banda ancha y la red de bibliotecas mundial al alcance de mis dígitos.
El problema de contenido es real. Producir artículos o capítulos de libros implican ajustes de tema o perspectiva, las ideas se presentan de modo que funcionen de modo autónomo, desaparece el arco argumental central que alienta una tesis y articula un libro. Un Frankenstein de la tesis de Toledano a partir de sus textos publicados tendrá, por lo tanto, su dosis de redundancias e inconsistencias. Por último, y eso es lo más importante para mí, la diferencia temporal entre los textos abre espacio a cambios de opinión debidos al descubrimiento de nuevas ideas, el diálogo con otras personas, la maduración personal, todas esas variantes de aprendizajes que debemos desearles a las personas, aunque nos hagan la vida más difícil.
Entonces, no solo se trata de recuperar las partes publicadas de la tesis, sino de considerar cómo expresa, o no, el paso del tiempo.
También podría buscar otra voz para el diálogo.
Suena fácil, pero el campo no es tan amplio como para elegir con quién polemizar. Justo ahora son Juan Carlos Toledano Redondo, Antonio Córdoba, Pedro Pablo Porbén, Emily Maguire y Cristina Jurado… creo. Me refiero a quienes ocupan espacios estables en la academia y publican artículos, capítulos o libros con sistema de evaluación de pares y toda la vaina.
Hay otras dos soluciones a este problema.
La segunda sería elegir dialogar con alguien que no escriba específicamente de ciencia ficción cubana, sino de identidades queer en literatura cubana –ahí está Mabel Cuesta– o de identidades queer en la ciencia ficción de otras tradiciones –les amo Alexis Lothian, Micha Cardenas–. Ya que mi aproximación es novedosa, no tendría nada de sorprendente que mis diálogos teóricos fueran más paralelos que frontales, o sea, acerca de qué pasa cuando aplico este aparato categorial y cómo los resultados coinciden o divergen con su uso en otros campos, y no acerca de cómo al aplicar otro aparato categorial al mismo corpus literario salen otras cosas a flote –respeto para quienes investigaron antes, siempre respeto.
La tercera solución sería dialogar con alguien de “fuera” de la academia. Eso abre un poco más la selección de voces, para empezar Yoss y Maielis González.
¿Se puede?
Para el próximo capítulo… seguro aparece otra solución más inclusiva, que Emily señala como una obviedad, porque resulta que la academia no es TAN exclusiva y elitista como yo pensaba.