Las primeras preguntas fueron realizadas por Magda Resik:
De la ciencia ficción se ha dicho que adelanta el futuro desde el conocimiento, como lo hizo, por ejemplo, Julio Verne. ¿Adelanta también aquello en que nos convertiremos?
La ciencia ficción prevé el futuro, si, pero habla más de los cambios en las personas y en la sociedad. Ahora es muy difícil, por el desarrollo de la ciencia, especular sobre el futuro tecnológico, como en los tiempos de Verne. Para especular ahora sobre eso hay que ser científico. Es por eso que los escritores nos centramos en las personas.
¿Siente que la ciencia ficción puede proponer cambios que prevengan errores de la humanidad?
Si. La ciencia ficción sabe como prevenir a las personas de ciertas cosas que están en el futuro, tropiezos, errores potenciales.
Usted es un autor prolífico en un género que obliga a, digámoslo con una metáfora, volar sobre las nubes. ¿De dónde saca tantas ideas?
A mi me gustaba la ciencia ficción desde niño, leí mucha, soviética y extranjera. Ya entonces la daba vueltas a esas historias en mi cabeza. Comencé a escribir a los dieciocho años, y lo hice para narrar lo que hubiera querido leer. Aún soy un gran lector, y solo escribo cosas que me gustaría leer a mi mismo.
¿Qué tiempo le lleva hacer un libro? ¿Tiene alguna disciplina, rituales?
Ahora me ocupo solo de escribir, así que es más fácil. Un libro sencillo sale en seis meses, otros tardan un año, o más. Por supuesto que es necesaria la disciplina, como en todo trabajo no basta con la inspiración, hay que tener disciplina.
Usted es siquiatra, especializado en siquiatría infantil. ¿Cuánto influye eso en su escritura?
No mucho, no. Los escritores de ciencia ficción no escribimos de nuestros conocimientos profesionales, quizá porque es muy difícil fantasear con lo que conoces profesionalmente.
La segunda parte de encuentro fue dedicada a la presentación de las novelas Borrador y Copia en limpio, tarea asignada al escritor de ciencia ficción, promotor cultural y divulgador de ciencia Bruno Henríquez.
El conocido conductor del programa cinematográfico “Ciencia y ficción” comenzó recordando la primera visita de Sergéi Lukiánenko a Cuba, en febrero de 2010, cuando la Feria Internacional del Libro tuvo como país invitado a Rusia.
Entre la falta de contacto con los nuevos grupos del fantástico ruso, y las restricciones del derecho de autor, ese año solo se publicó la antología El hombre que inventó el Mar Báltico, relatos soviéticos de ciencia ficción. La visita de Lukiánenko a La Cabaña esos días fue como un chorro de agua en el desierto. Se le conocía porque las películas, Guardianes de la noche (2004) y Guardianes del día (2006) –basadas en novelas suyas– habían sido presentadas con gran éxito en varios eventos de cultura fantástica.
Henríquez recordó la fuerza de la ciencia ficción soviética, la cual enseñó a la población cubana acerca de los valores de la buena escritura y un pensamiento filosófico específico. En este sentido, Lukiánenko trae de vuelta el espíritu ruso, pues sus héroes son poderosos, pero también tienen principios y afabilidad. Es además, prolífico y diverso, escribe cuentos, novelas y sagas.
En el caso de Borrador y Copia en limpio, lo primero es que son nombres bien inquietantes. Se trata de dos textos que se complementan y deben leerse en ese orden. Kiril, el protagonista, un día tiene una peripecia absurda: es borrado del mundo, burocrática –toda la documentación es reasignada– y humanamente –todas las personas que lo conocen lo olvidan en unas 36 horas–, y descubre luego la existencia de mundos paralelos a través de los cuales puede moverse.
Resulta ser que ha sido elegido para ser un “funcional”. Este no es el término que usa el autor, pero me parece una metáfora correcta –aclaró Bruno: él es ahora una persona invisible para el resto de las personas, pero conocido en las altas esferas del poder y usada por las mismas.
Así, Kiril recorre su camino del héroe –aunque a menudo niegue ser un héroe–, a través de diferentes mundos y a través de nuestra memoria compartida: la de la cultura pop contemporánea. Este personaje, y sus avatares, recuerdan a menudo a Heimlein, por supuesto.
Les advierto: creemos a menudo que Kiril morirá entre tanta peripecia, pero recuerden que faltan páginas y el relato está en primera persona, no teman. Borrador es rica en aventura: hay Teoría de Conspiración, mundos desaparecidos que dejaron huellas en mundos existentes, un misterio que aclarar y el crecimiento del héroe. Copia en limpio ya no es una búsqueda, sino sobre un mundo y un hombre que cambian.
Con estos textos de Lukiánenko regresa a nuestras librerías la ciencia ficción rusa, tan querida en Cuba. Bienvenido, Sergéi Vasílievich, esperamos que continúe.
Como es costumbre en el “Encuentro con…”, la parte final consistió en una ronda de preguntas del público:
¿La literatura soviética de ciencia ficción se lee ahora en Rusia?
Si, los clásicos de la ciencia ficción soviética se siguen editando. Ya no se leen tanto, claro, hay otras opciones, pero permanecen en el gusto de la población.
Usted es un kazajo que escribe en ruso y vive en Moscú. ¿Cuándo de su cultura original lleva a ese otro idioma?
Bueno, cuando yo nací, Kasajastán era parte de la URSS, yo fui formado en esa idea. Ahora, las relaciones entre Kazajistán y Rusia son amistosas, estrechas. Se sabe que hay muchos puntos de contacto entre las dos culturas. Acaso mi origen aporte un punto de vista asiático a lo que escribo.
Pero la mayor huella es que yo soy soviético, aunque estamos en otros tiempos, lo sigo siendo en mi interior.
¿Publicará más en Cuba?
Estaría muy feliz si se editan más de mis libros acá. Hace cuatro años dije aquí mismo que daba mi permiso para la publicación de toda mi obra en Cuba. Si al público le gusta, y los editores están interesados…
¿A dónde va la literatura fantástica rusa contemporánea?
Hay mucha producción y varios estilos. Las más populares son: los relatos posapocalípticos y el viaje al pasado. Esta línea se debe a que mucha gente considera una tragedia el desmembramiento de la URSS, y se busca todo el tiempo repensar el proceso, descubrir qué falló, así que los personajes viajan a la primera o segunda Guerra Mundial, o a la Crisis de los Misiles y se explora cómo podría haber sido su desarrollo. También hay mucha fantasía épica.
Los viajes por el cosmos no son muy populares.
¿Cuál sería la novela suya que recomendaría para publicar en Cuba?
La más fuerte, la que prefiero, es Espectros.
La literatura rusa, en especial la ciencia ficción, se preocupó siempre por la ética. ¿Cómo concilia eso con el mercado?
El poeta Aleksandr Serguéyevich Pushkin dijo: “La inspiración no se vende, pero un manuscrito si”. Yo creo que es el enfoque más correcto. Claro, el mercado obliga a escribir “lo que el público quiere”, pero no hay que pensar tan mal de la gente. Si no escribes algo serio, si publicas cualquier porquería, la gente lo notará.
¿Será alguna vez Cuba escenario de sus historias?
Con gusto lo haría. Estoy muy satisfecho aquí, muy cómodo.
¿Saben? Hace más de treinta años mi padre vino a Cuba, ahora me dio unas monedas que sin falta debía lanzar al mar en el Malecón, en su nombre. Cuba, dijo, es lo más maravilloso del mundo. Creo que tiene razón.
Sergéi Lukiánenko (Karatau, Kazajistán, 1968). Sus padres eran ruso-ucranianos. Después de terminar su educación primaria se trasladó a Alma-Ata, donde estudió en el Instituto Médico de Alma-Ata en 1986 como terapeuta. Después de su graduación en 1992 comenzó a trabajar en uno de los hospitales de Alma-Ata, especializándose en psiquiatría infantil, pero pronto abandonó la práctica laboral. Había comenzado a escribir cuando era estudiante y retomó su labor literaria para ganar dinero.
En 1993 fue nombrado editor de una revista local de ciencia-ficción, en la que trabajó y colaboró hasta 1996. Fue uno de los períodos más duros de la vida de Sergéi, pues tuvo que esforzarse para salir adelante económicamente. El autor a menudo atribuye el tono pesimista de sus obras al período en que se encontraba en dificultades financieras y personales. Desde mediados de la década de 1990 su situación mejoró drásticamente y pronto comenzó a aumentar su popularidad como escritor. Actualmente vive en Moscú.
Ha publicado Mala gestión, Sueño nuclear (Premio Start 1993), Caballeros de cuarenta islas (Premio Sword of Rumatha 1995), Visitas de otoño (Premio Sigma-F 1998), Laberinto de reflejos (Premio Big Zilant 1998), Guardianes de la noche (Premio Stranger y Silver Kladutsey 1999), Guardianes del día (Premio Gold Kladutsey 2000 y Gold Russcon 2001), Buscadores del cielo (Premio Russian SF 2001), Danzas en la nieve (Premio Alisa 2002), Spectrum (Premio Gold Russcon 2002; Premio Big Ucrania, Sigma-F, Caracol de Bronce, Interpresscon y Gold Kladutsey, todos en el año 2003), Guardianes del crepúsculo (Premio Gold Kladutsey 2004) y Los últimos guardianes, entre otros.
Tomado de Web de la Feria Internacional del Libro