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6 de marzo de 2010: ¡los 30! |
Cada vez que planeo un cumpleaños me sale mal: una vez me quedé sin música, otra jugué a las cartas y perdí –no se suponía que perdiera, porque era mi cumpleaños–, lo cual me enfadó. Ayer esperaba escaparme con Rogelio a La Habana Vieja, pero él se enfermó de la barriga.
Tengo 31 años a partir de este 6 de marzo de 2011, ¿no se supone que al doblar la curva de los treinta debes “empezar a sentar cabeza”? Siempre creí que parte de ello era hacer planes, y cumplirlos. Bueno, hice un plan: y se jodió con un montón de rutinas familiares interruptas, remedos de la vida “normal” que tanto obsesiona a la generación de mis padres… y la comida me la tuve que comer fría por varios imponderables mientras no mencionaba nada muy queer en la sobremesa de café y política.
Una mierda.
Se suponía que fuera bello, que yo meditara sobre cómo es envejecer y eso fuera intenso… Lo más intenso de mi día de cumpleaños ha sido el llanto desesperado de Auril casi a media noche. Llanto de altísimos decibeles emitidos a través de una mandíbula rígida (¿?), porque quería leche, no la medicina que acabé administrándole con el método de taparle la nariz.
Nada, que el año que viene me compro un pote de chocolate yo misma –ya que este nadie se acordó, prueba de que me conocen “muy bien”– y me siento a comerlo en el Malecón mirando el mar.
SOLA
PD: Para colmo me saqué una sola foto que quedó toda roja, por eso puse la del año pasado.
Para el año próximo quítale gravedad al cumpleaños y aprende fotografía, jajajaja.
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