La presentación estuvo a cargo de los escritores cubanos Raúl Aguiar y Yoss, y contó con la presencia de una de las autoras antologadas: Gabriela Alemán. El libro contiene once relatos, reúne a seis autores y cinco autoras.
Raúl Aguiar, es graduado de Física en la Universidad de La Habana, autor de La Estrella Bocarriba, editor de varias antologías de ciencia ficción cubana y latinoamericana, alma de la revista electrónica Qbit. Precisamente fue su labor de indagación sobre literatura fantástica del continente, para números monográficos de Qbit dedicados a cada país de la región, lo que le llevó a descubrir al pujante movimiento literario de Ecuador y trabar relación epistolar con JD Santibáñez, padre de Utópica penumbra.
En su intervención, Aguiar hizo un breve recuento del desarrollo de la literatura fantástica ecuatoriana, poco reconocida dentro de su país, donde la crítica presta más atención al costumbrismo y al realismo. Sin embargo, el primer relato de corte fantástico publicado data de 1884. Siguió adelante con breves reseñas de los textos reunidos y el perfil de sus creadores.
Explicó que el prólogo, la selección y las ilustraciones se deben a JD Santibáñez, quien también aportó el relato “Grado cero”. Este hombre increíble, que vive de la docencia y vive para el fantástico -en literatura, cine o artes plásticas-, es uno de los grandes promotores literarios de Ecuador. Escribirse con él, y luego conocerle en la Feria del Libro de Guayaquil, fue una experiencia maravillosa.
Concluyó recomendando Utópica penumbra, no solo por su excelente contenido, sino porque pronto se convertirá en una referencia bibliográfica obligada para el análisis de la pujante literatura de Ciencia Ficción (CF) y fantasía del siglo XXI latinoamericano, aseguró.
Las palabras de Yoss se dirigieron más a la reflexión sobre las relaciones entre literatura y sociedad. Este activo intelectual cubano es biólogo, vocalista de un grupo de rock, antologador, autor de CF (Condonautas), fantasía (Leyendas de los cinco reinos) y horror (La voz del abismo).
Comentó su sorpresa, al llegar a Ecuador en 2009, por la organización y fuerza del gremio de creación del fantástico en esa nación, así como por la calidad de sus producciones. Este proceso se ha desatado en la última década y él lo atribuye a la velocidad con que la sociedad ecuatoriana está cambiando. Siempre he pensado que la CF es la literatura que permite pensar el futuro, preguntarse sobre las consecuencias de nuestros actos individuales y colectivos –comentó. De este modo, la producción y consumo crecientes de fantástico en Ecuador equivale a la necesidad de reflexión sobre el destino cultural de una nación que vive una espiral de transformación y reinvención acelerada, a veces vertiginoso.
Este proceso no ocurre solo en Ecuador, abundó –en clara referencia a los debates de ayer viernes en el Centro Dulce María Loynaz y los reveladores monográficos de Qbit. Perú, Venezuela, Brasil, Bolivia también están aportando a un panorama hasta hace poco dominado por México, Argentina y Cuba. Algo pasa en los países del ALBA y sus vecinos, hay una sintonía en la sensibilidad y las búsquedas temáticas, en el interés por explorar las consecuencias. Esto es bueno, significa para mi, que las iniciativas integradoras van más allá de la economía y el folklore patrocinado por el Estado, va hasta los sueños de quienes habitamos el continente.
Gabriela Alemán se notaba muy emocionada por el evento. Aunque esta narradora y ensayista ha publicado cuatro libros de relatos y dos novelas, confesó estar asombrada por la diversidad editorial de la Feria del Libro de La Habana y su apabullante masividad.
Explicó que los estudios literarios de Ecuador no han dado importancia a la literatura fantástica. Aunque intelectuales imprescindibles de la nación, como Pablo Palacios y César Andrade tienen textos de claro carácter fantástico, la crítica prefiere ignorarlos.
De todos modos, ahora la literatura fantástica no recibe un tratamiento mucho peor que la realista, pues ninguna es viable para el mercado nacional. Uno de los efectos de la crisis de 1998, que llevó a la dolarización de la economía, fue la quiebra de todas las editoriales del país. Ahora subsisten pocos sellos, que solicitan de dos a tres mil dólares de quien quiera publicar un libro de ficción, por el temor a no tener ganancia del mercado. Los subsidios del Estado no alcanzan a todos.
Es por eso que Utópica penumbra ha sido un sueño de décadas de JD Santibánez, que no se dejó vencer ni descorazonar, que pidió relatos, trazó redes. Ella no creía que lo lograría nunca, admitió. Probablemente nunca se habría concretado de no mediar Raúl Aguiar, la UNEAC y Colección Sur Editores. Por eso les doy las gracias.
Tomado de la Web de la Feria Internacional del Libro