En 2008 se iniciaron las Jornadas Cubanas contra la Homofobia. Desde entonces hasta la fecha, el programa de actividades ha crecido y diversificado, integrando cada año nuevas propuestas. El alcance nacional, la participación cada vez mayor del público y la visibilidad de las demandas de la población LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transgéneros) son algunos de los resultados principales que hoy expone este evento anual, que en seis ediciones pasó de la celebración de un día a la programación de todo un mes de acciones culturales, académicas, sociales y de activismo cívico. Este debate, titulado Jornadas Cubanas contra la Homofobia: una mirada de futuro, reúne los criterios de tres reconocidos activistas: el periodista Francisco Rodríguez Cruz, la editora y bloguera Yasmín S. Portales Machado y el crítico de arte Norge Espinosa. A partir de estas voces se ofrece una mirada plural, crítica y comprometida sobre el impacto y futuro de las Jornadas.
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Foto del archivo de SEMLac (La Habana, 12 de abril de 2012) |
Lea las otras entrevistas: el periodista Francisco Rodríguez Cruz y el crítico de arte Norge Espinosa.
1. ¿Cree que las Jornadas Cubanas contra la Homofobia han contribuido a una mayor inclusión social de la comunidad LGBT en el país? ¿Por qué?
Inclusión de cierta manera. Más que de inclusión, hablaría de visibilización. La comunidad LGBT se ha hecho más visible porque tiene, por fin, algo parecido a espacios públicos legitimados de celebración, no ya de encuentro, sino de celebración y de debate. El asunto de la inclusión es más complicado, pasa por las políticas públicas, por la autoconciencia de la propia comunidad, por el lobby político. Yo me siento reticente a usar ese término.
Creo que para algunas personas sí es probable que haya ayudado a la inclusión, en tanto, sin duda, ha influido en la percepción pública sobre la naturaleza de la homosexualidad en nuestra sociedad. Quiero ser optimista y pensar que eso ha ayudado a mucha gente que tenía prejuicios superficiales o débiles a dejarlos a un lado y así aceptar a las personas LGBT.
Pero, en términos de impacto social generalizado no ha estado argumentado por el mismo Cenesex, –que se caracteriza por su optimismo–, que las Jornadas hayan significado una disminución en los casos de denuncias de discriminación laboral, problemas intrafamiliares por homofobia, de violencia dentro del colectivo trans. Estos hechos, por el contrario, están aumentando su registro en tanto al fin existen mecanismos para empezar a medirlos. Hasta que no alcancemos el pico de registro y comencemos a disminuir esas denuncias, no puedo atreverme a hablar de inclusión en términos de felicidad y mejores condiciones para toda la comunidad.
2. Varias han sido las demandas de la comunidad LGBT realizadas en el contexto de las jornadas ¿Cuáles han sido las más significativas a lo largo de estos cinco años? ¿Cuánto se ha avanzado —o no— en la resolución de esas demandas?
Podríamos hablar de dos grupos de demandas básicas. Las del colectivo trans, que incluyen el reconocimiento de la plena ciudadanía, es decir, que se reconocieran por su identidad de género antes que por sus identidades biológicas, y el acceso a las cirugías de reasignación en el caso de que las necesitaran; esto sí se ha logrado. Aunque queda por delante el reto de la inclusión laboral, la superación educacional, que ellas y ellos mejoren sus propias vidas al interior de la familia, ese proceso es largo y no se resuelve con una resolución del Ministerio de Salud Pública.
Otro asunto es el de la familia LGBT, algo que, a mi criterio, sigue lejos de ser resuelto. Para mi fue doloroso cuando, hace tres años, Mariela dijo que habían renunciado al elemento de la adopción por parejas del mismo sexo, en aras de hacer avanzar la aprobación del nuevo código de familia, y no sirvió de nada. El código de familia sigue estancado.
Hay otras cosas que están emergiendo este año, sobre todo, que es el asunto de la discriminación en el espacio laboral. Eso habla de la madurez y la evolución de un diálogo, pero creo que está lejos de solucionarse en tanto Cuba está, a nivel nacional, transformando su tejido social y eso debe influir en los derechos laborales de todos y todas. Y yo temo, aunque tengo casi la certeza, que de nuevo la comunidad LGBT va a ser dañada por estas transformaciones, pues no existe un entrenamiento entre los activistas ni hay previsiones legales conocidas para detener las manifestaciones solapadas o implícitas de discriminación en los nuevos espacios laborales. Pero esto es algo de lo que no se ha hablado mucho.
3. En estos años, ¿cuáles serían los principales resultados que avalan el impacto de las Jornadas Cubanas contra la Homofobia?
Yo diría que la lenta diversificación del activismo LGBT. Creo que hemos evolucionado de un activismo básicamente elitista, liderado por especialistas desde la sexología, o intelectuales que decidieron hacer de su identidad también bandera de lucha, a una base social de activistas que han recorrido diversos caminos y que también están expresando diversidad política. Puede que estemos de acuerdo o no con sus posturas políticas, pero esto indica la evolución hacia la complejidad de la misma comunidad.
Lo segundo sería el pánico que manifiestan quienes están en contra del aumento de la diversidad. Y eso se expresa en las propias iglesias —católica y una parte de las protestantes—, las cuales han aumentado la escalada de acciones y su visibilidad en contra de la diversidad sexual y también contra los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. Y también el pánico de muchas personas que, desde el espacio civil, han expresado dudas, que a duras penas ocultan la homofobia estructural respecto a la pertinencia de la campaña contra la homofobia. Lo penoso es que el avance del debate se vea a partir de estos comentarios homofóbicos y no de todo lo logrado.
4.¿Qué nuevas estrategias o acciones podrían fortalecer este evento anual?
Yo creo que el Cenesex ha dado algunos pasos en esa dirección, pero aún no ha sido lo suficientemente radical, en la horizontalidad de la gestión de la Jornada y no solo de este evento, sino además de la gestión de la lucha contra la homofobia durante todo el año.
El Cenesex sigue siendo un cuartel cerrado a donde se accede porque representas una institución estatal o porque eres parte de sus redes de activistas. Yo comprendo la suspicacia política de la institución, pero no comprendo su negativa a dialogar de manera transparente, en igualdad de condiciones y en público, con otras personas que apostamos por la autonomía y la independencia frente al Estado. Para mí eso lastra, una y otra vez, el impacto de la Jornada en tanto el Cenesex ve limitadas las fuerzas con las que puede contar. Y lastra a nivel de imagen internacional la coherencia con el diálogo acerca del respeto a la diferencia, que en verdad yo aspiro que marque mi sociedad, pero percibo una contradicción en la praxis.
Yo creo que la Jornada sería más inclusiva, si se decidiera a saltar del tema de la discriminación, que es real, al tema de las necesidades sociales de la comunidad, pero esto no es posible si no se abre el diálogo a otras voces dentro de la propia comunidad.
Tomado de Web Diversidad Sexual de SemLac