Tras cruzar el Centra Park para tocar la estatua de José Martí, Ari me propuso entrar a una de las tiendas más caras de esta ciudad (que yo ya etiqueté de cara). «Así podrás ver y sentir algunas de las cosas más bellas que se atesoran en New York» entramos con el sobrentendido de mirar, tocar y suspirar, pues la última de las baratijas de Bergdorf Goodman no están a nuestro alcance.
De todos modos me quedé impresionada por los precios. Mucha gente vive en New York con menos al mes de lo que cuestan algunos de estos zapatos, abrigos o alfombras de piel (tigres verdaderos fueron sacrificados para hacer feliz a quienes visitan esta tienda de departamentos).
El contraste con el desamparo de la gente «homeless», fácil de encontrar en las calles, me perturbó.
Bueno, les dejo las tres imágenes y ustedes me dicen: