¿Medidas ante la crisis demográfica en Cuba?

Hace una semana la IPS de Cuba me contactó para que diera mi opinión sobre el asunto de la crisis demográfica en Cuba. Luego han sacado un reportaje de lo más chulo, aunque la «crónica social» del fin me da un poco de resquemor aún. El caso es que me gustaron mucho las preguntas y, como seguro las pierdo en el fondo del buzón, las voy a pegar aquí:

1-. La ONE recomienda medidas para estimular la fecundidad -aunque no aclara cuáles- dirigidas sobre todo a las mujeres trabajadoras, para enfrentar el envejecimiento poblacional. Tú propones alcanzar «coherencia discursiva entre las prácticas de incorporación social y las exigencias de deber ser de los sexos». ¿Cómo se materializarían, a tu juicio, estas sugerencias? ¿Bastaría, por ejemplo, con incentivos económicos para revertir el descenso de la natalidad?

No, no bastaría con incentivos económicos. En Europa y Uruguay se han aplicado esas medidas (¿Recuerdas el famoso escándalo de la portada de El Jueves sobre las actividades al fin remuneradas del Príncipe de Asturias?) y solo se incrementó la fecundidad en los grupos marginales (desempleados, migrantes), que ya estaban reproduciéndose ampliamente, aunque much@s no tuvieran los hogares más idóneos. La clave está en lograr que las mujeres de todos los grupos sociales (para saltarnos el detalle de la clase, que tan complejo es en Cuba) aumenten equilibradamente su fecundidad.

Cuando digo «coherencia discursiva entre las prácticas de incorporación social y las exigencias de deber ser de los sexos» me refiero a que una parte del problema radica en que el nivel educacional y la independencia económica hace a muchas mujeres retrasar la maternidad en beneficio de la carrera, tener un hijo en Cuba (y en muchos lugares más) sigue equivaliendo a perder un par de años o toda la vida laboral. ¿Por qué?, porque lo enfrentan solas en términos presenciales, aún cuando estén en pareja y halla respaldo económico. La coherencia discursiva estaría en que la tan cacareada incorporación femenina al espacio «público productivo» sea emparejada con la incorporación de los hombres al espacio «privado reproductivo», pero no ha sido así. Claro que hay hombres que se meten de lleno a la crianza, y van al médico, a la escuela, a zurcir uniformes, pero su número es pequeño y no está respaldado por una política sistemática y coherente de parte del Estado, que en cambio lleva 50 años acusando a las amas de casa de “no trabajar”.

Yo comentaba, a propósito del asunto del debatible crecimiento de la población cubana el año pasado que, de todos modos, el asunto no es solo que los hombres laven pañales. La fecundidad en la Isla está constreñida por varias razones socio-económicas de difícil abordaje. Se trata de un proceso multidimensional donde operan el desarrollo de las expectativas de vida de l@s habitantes, los derechos sexuales y reproductivos (de hombres y mujeres), la salud, el costo de la vida, la capacidad adquisitiva de los salarios, la infraestructura habitacional. ¿Por dónde se empieza? Hay quien menciona la falta de casas y de poder del salario para derivar la culpa al gobierno absolutamente, pero en Oriente las cosas están peor -hay migración laboral masiva e infraestructura deteriorada en alto grado- y la taza de natalidad es mayor (en 2006 Guantánamo y la Isla de la Juventud eran las únicas provincias con menos de 13% de personas mayores de 60 años -descartemos a la Isla por su demografía singular-; seguían en “juventud” Tunas, Santiago y Granma que oscilaban entre 13 y 25 %).

¿Propuestas concretas?
1) Modificación del discurso maternalista que impera en los medios de expresión de la cultura hegemónica (desde los libros de texto hasta los multimedias de educación sexual) por un discurso de corresponsabilidad en la reproducción –vaya, está lindo lo de “la niña nace para madre”, pero lleva crítica.
2) Ataque frontal a la legislación que presupone el protagonismo femenino en la crianza y popularización de estos cambios.
3) Rehabilitación de la infraestructura habitacional a lo largo del país –algo hemos avanzado con la reciente autorización para la construcción por cuenta propia.
4) Modificación de la legislación sobre la fertilización asistida para que su acceso no sea otro bastión de la “familia tradicional” esa que nadie sabe quién se la inventó ni cuándo fue mayoritaria en Cuba, porque si no parir es un derecho, hacerlo también.

2-. Las mujeres de tu generación en Cuba, las que conoces -tus amigas, tus colegas, tú misma- ¿por qué se deciden a tener descendencia, en condiciones generalmente difíciles? ¿Por qué otras postergan la maternidad o renuncian a ella?

La verdad, nunca le pregunté a nadie por qué o no permitirse un embarazo o continuar el que llegaba sin planificación.

Tuve dos colegas mujeres que, en medio de una de esas conversaciones sobre lo humano y lo divino, simplemente me dijeron «No quiero» y yo dejé la cosa ahí, no se me ocurría que debiera operar algo más que el deseo. Igual hay hombres que no quieren ser padres y ¿se les cuestiona? No lo se… También tuve compañeras de preuniversitario locas por terminar la licenciatura para «encargar» y yo las miraba como a locas escapadas ¿Para qué estaban en la universidad entonces?

Ahora mismo no recuerdo que entre mis colegas el tema la infraestructura -generalmente precaria- en que vivíamos fuera el límite de su fecundidad, sino el deseo de afianzar las carreras profesionales antes de embarcarse en lo de la maternidad/paternidad porque se lee como un par de años de retraso en la competencia -conste que hablo de escritor@s, ensayistas, gente de teatro y periodistas fundamentalmente. También está el hecho de que la mayoría de mis amistades son hombres gays, así que aquí acudo a los argumentos de los buenos chicos heterosexuales que me comentaban de las negociaciones con sus parejas. Para un profesor al que respeto mucho (hombre mayor de cuarenta) la cosa era diferente: quería una casa antes que un vástago y por eso lo habían pospuesto por… quince años.

Yo me decidí porque hice un balance entre mi edad, las perspectivas laborales y el ritmo de los cambios sociales en Cuba. El trabajo editorial y de escritura era satisfactorio y con un salario «aceptable»: estaba bien posicionada. Si me ponía a esperar el descongelamiento que -se supone- liberaría el mercado inmobiliario, capaz que pasara la edad reproductiva. Por eso arranqué.

Mi prima se quedó embarazada por un fallo del anticonceptivo, tiene 20 años y ningún oficio, no planea embarazarse de nuevo.

Mi tía se lanzó a los 38 en su segundo embarazo porque quería «la parejita».

Te digo, las razones varían como… los colores del arcoíris. Igual siguen operando argumentos de los más antiguos «atraparlo», “afianzar el matrimonio”, «garantizar el derecho a la casa», que es como decir a la herencia, «realizarse como mujer». Sospecho que este último late muy en el fondo de las que manejamos el «acaso», y lo planificamos o posponemos, pero fantaseamos con el asunto una y otra vez. Si, el discurso maternal es raigal en Cuba (mirar el logo de la FMC basta) y sigue condicionando nuestros imaginarios, solo que algunas nos permitimos negociar con este modelo maternal, eso lleva al postergamiento, y unas pocas se libran, lo cual lleva a la renuncia.

Atención: hasta donde sé, por cierto, lo de tener hijos traumatiza tanto a heterosexuales como a lesbianas, aunque estas últimas tienen más trabas sociales para llevar adelante el plan. Por eso te incluyo en las medidas la legislación sobre la reproducción. Va y levantar las discriminaciones por orientación sexual en el seno del MINSAP genera un baby boom que nos libera a las “normales” de la carga.

Si quieren saber qué hicieron con mis opiniones lean el reportaje de Patricia Grogg «Alerta demográfica» en Cuba a la Mano.

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