Auril tiene cinco semanas y un día

Este post iba a llamarse “Leche en el butacón del bisabuelo”… leche y otros fluidos corporales, todo hay que decirlo, pero eso no hace tan buen título ¿cierto? He aprendido a no pensar en ello.
Total, en esta casa el 60% de los objetos son patrimoniales y otro 20% funciona de manera aleatoria, así que el orine de bebé sobre un mueble con 80 años y varias fronteras recorridas nada modifica… es como vivir en un museo.

Lo importante es Auril –que ya tiene género, nombre con apellidos y hasta número de identidad–, y la regularidad de entradas y salidas de fluidos de su cuerpecito largo, pesado, revoltoso.

Auril es mi hijo. Mejor dicho: soy la madre de Rogelio Jorge Díaz Portales.

Si, porque eso de “tú no te gobiernas” está por llegar. Por ahora nos gobierna, literalmente: come, caga, llora, patea cuando se le antoja; su padre hierve tandas y tandas de sábanas y culeros mojados sin decir ni esta boca es mía. El resto de la familia desfila por delante de su augusta y ajena mirada haciendo comentarios ridículos y felices. Todos estamos en estado de locura por Rogelio Jorge y nos limitamos a intentar comprenderle –que es todo un reto– antes de poner en juego nuestro –supuesto– poder sobre su alma de infante y –por su bien– domesticarle.
No se si tenga energías para cuando llegue la hora de pasar a la ofensiva…
Por ahora trato de sobrevivir a la lactancia y mis desengaños afectivos.

Preguntas habituales y respuestas desagradables

¿Qué sentí al verlo? Nada. Estaba demasiado atontada por la cirugía para hacer algo más que sonreír débilmente. Me ordenaron besarle antes de que se lo llevaran, recuerdo el tacto de algo duro y arrugado junto a mis labios. Yo suelo dar besos largos, pero este fue apenas un roce, un ritual público ambientado en una sala de operaciones.

Luego fue la angustia de la “ictericia”. Rogelio se había quedado esa noche junto a mi cama y a cada rato –o eso me parecía– lo llamaban para decirle cómo iba el tratamiento. Había angustia en mí; miedo de perder la persona entrevista, imaginada por meses y de quien no recordaba ni la voz. Supongo que eso me llevó al arranque de locura: quise levantarme a caminar para poder llegar hasta Cuidados Especiales y verle. Rogelio propuso esperásemos una hora más razonable: eran las 2 am.

Dos días después llegué trastabillando a Cuidados Especiales de Neonatología y me repetí la pregunta: ¿Qué siento al verlo? Miedo.

Era una cosa pequeña e inmóvil bajo la dura luz amarilla de la fototerapia. Con un suero conectado al ombligo y los ojos cubiertos por un antifaz –“Evite el deslumbramiento” decía en el costado de la lámpara. Hasta que una enfermera me dijo que podía tocarlo solo estuve ahí sentada, mirando “eso” que había salido de mi cuerpo y que –se supone– me haría feliz.

¿Y después de todo qué…?

Han pasado cinco semanas desde entonces y tengo más pericia. Algo como una rutina de trabajo hemos establecido Rogelio y yo alrededor de Auril. Conocemos sus ritmos y manías, sus gustos, sus límites y los nuestros. Empezamos a conocernos merced de semanas con madrugadas mal dormidas, mañanas de ojeras, peleas soterradas con una abuela entrometida y reconfiguraciones urgentes de nuestra vida sexual.

No vale la pena emborronar cuartillas –o como quiera que eso se traduzca en la web–, les dejo con una muestra progresiva del desarrollo de Rogelio Jorge, alias Auril:

6 de agosto de 2009: Tres días de vida. Fotos Beatriz Moreno Masó (abuela paterna)

En la cuna de la habitación del hospital «Ramón González Coro» (con pañales desechables, qué fino!)

Primer plano mientras duerme


8 de agosto de 2009: Cinco días de vida
. Foto Beatriz Moreno Masó (abuela paterna)

Acabamos de llegar a la casa y por fin (!) aprende a tomar el pecho

9 de agosto de 2009: Seis días de vida. Ni idea de quién hizo la foto

Duerme en la Estación Orbital MIR

27 de agosto de 2009: Veinticinco días de vida. Foto Rogelio Díaz (papá)

Encima de un banco (patrimonial) de la sala. Las flores de la esquina son de mi falda

5 de septiembre de 2009: Treinta y tres días de vida. Foto Rogelio Díaz (papá)
Parece un angelito… mientras duerme engaña

Cuando despierta de buen humor…

Y hasta se rie si le cambias el culero en buena hora

6 de septiembre de 2009: Treinta y cuatro días de vida. Foto Yasmín Portales (mamá)

Nadie nos cree que sus bostezos no tienen nada que ver con el sueño

Pero seguimos intentando trabajar

6 comentarios en “Auril tiene cinco semanas y un día

  1. Te echo de menos, me ha conmovido mucho tu carta. A ver cuando puedo escribirte para ponerte al día. Ahora he comenzado a trabajar y tengo que adaptarme a un nuevo ritmo, ya sabes como soy para esas cosas.

    Un beso a los tres! Muy muy grande! casi o más que el camino que hacíamos juntos por toda la orilla del Litoral, desde el Centro Onelio hasta Cubalit.

    (Recuerdas cuando cogíamos «botella»?)

    Otro beso compartido con nuestro pianista de los dedos hermosos y al economista.

    Tuyo.

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  2. hola Yasmin, que hermosas las fotos, que hermosos uds!los felicito.
    Trabajo en la tematica de genero,haciendo dibujos, si queres pasar x mis blogs a verlos me encantaria y saber mas sobre tu trabajo de tesis, si tenes ganas contactame, saludos, desde Argentina-Alejandra

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